ENTRE GIGANTES Y SONRISAS
Diego Del Castillo
ENTRE GIGANTES Y SONRISAS
Diego Del Castillo




Foto: Cortesía del autor.
La dualidad entre lo gigante y lo humano se refleja no solo en las estructuras físicas de los títeres, sino también en la capacidad de la audiencia para relacionarse con estos seres colosales. En este momento, la fantasía se fusiona con la realidad y la línea entre lo posible y lo imposible se desdibuja una vez más.
Al reflexionar sobre el impacto cultural de los títeres gigantes en la calle, se revela su poder para trascender barreras lingüísticas y culturales. Estas representaciones visuales se convierten en un lenguaje universal que comunica emociones, narrativas y conexiones humanas más allá de las palabras.
En consecuencia, los títeres gigantes no solo son una exhibición artística, sino una experiencia que invita a la reflexión sobre la capacidad de la humanidad para dar vida a la imaginación, para desafiar lo establecido y para celebrar la magia que reside en la convergencia de lo tangible y lo intangible. En las calles, entre risas y asombro, los títeres gigantes continúan su danza, recordándonos la eterna fascinación que sentimos por lo extraordinario y el tamaño de nuestros sueños.
Somos propensos a ponderar lo imposible. Imaginamos el futuro y sus posibilidades con nuestros pensamientos gestuales; elaboramos soluciones a problemas que creemos pueden llegar a suceder. Y aún después de fracasar en nuestras predicciones, continuamos fantaseando con las subsiguientes posibilidades.
No es tan descabellado afirmar que, cuando los grupos de teatro callejero avanzan por las calles con sus enormes muñecos, muchos de los espectadores se congracian con ellos, como si en su fantasía ya los hubieran puesto en marcha por los caminos. Niños, jóvenes y adultos acuden a las orillas para contemplar el paso de lo gigantesco y colorido; y en ese breve instante bordean el límite de lo mágico y lo real, creyendo de nuevo en las imposibles emergencias de la realidad. Entregados a esta comunión itinerante, el espectador sueña despierto, fantasea, asumiendo roles y personajes que se desarrollan en el fondo interno de la cabeza.
En todas las culturas se pueden encontrar historias de gigantes, y no solo eso, sino que cada cultura trató de diseñar una representación de aquello que bordeaba el límite de la realidad, es decir, figuras que iban más allá de su propio tamaño y que podían superar sus propias fuerzas, tanto constructoras como destructoras. Pensar en lo gigante era pensar en el origen y la destrucción al mismo tiempo. Por eso, los muñecos en la calle causan fascinación.
Durante la época de la invasión europea a América, la representación y construcción de los muñecos y carrozas alegóricas toma nuevas formas de la mano de los sacerdotes evangelizadores; toda la fantasía bíblica entra en la escena. Así, el diablo (sincretizado) y los ángeles entran con significado mitológico y picaresco, introduciendo también la figura de animales, desde las celebraciones populares en las fiestas religiosas y procesiones cívicas. En Colombia, se introduce esta manifestación cultural que toma fuerza en el “Teatro Callejero” y en los “Carnavales”.
Pero esto es más que una forma figurada de emocionar. Los “Títeres gigantes” en las calles, se despliegan en un espectáculo que rebasa lo visual y se convierte en una expresión viva de la agudeza simbólica. Estas figuras colosales, manipuladas con destreza y gracia, se elevan como desobedientes sociales que se apalancan con la tradición para dar vida a lo inanimado.
Así, al considerar los mecanismos y formas de animación utilizados en el “Teatro Callejero”, se descubre una síntesis de habilidades artísticas y técnicas que convergen para crear un mensaje, una carta de detalles. Los titiriteros, en su danza coordinada con los gigantes, no solo dan movimiento a estas estructuras enormes, sino que también infunden vida y personalidad a través de gestos meticulosos y expresiones cuidadosamente actuadas. Esta colaboración entre el artista y la marioneta, se asemeja a la interacción entre los pensamientos gestuales y la representación física en la mente del espectador.
Los mecanismos ocultos detrás de los títeres gigantes revelan la maestría técnica necesaria para lograr un rendimiento fluido. Los sistemas de poleas, cuerdas y controles, operados con precisión, permiten que estas criaturas gigantes cobren vida con movimientos sorprendentemente realistas. Es en esta integración de la destreza artística y la ingeniería donde se encuentra la magia del “Títere Gigante”.
Diego Del Castillo (Colombia)
Titiritero, filósofo, dramaturgo y director del Grupo Trevius.


Foto: Cortesía del autor.
