2Psicotitere
M.Sc. Blanca Felipe Rivero
Década del 80 del siglo XX:
El psicotítere en Cuba al hilo de la memoria
(Para Augusto Carrazana hasta donde esté)
Por: M.Sc. Blanca Felipe Rivero
La experiencia del psicotítere.
Por lo antes mencionado, fue el psicotítere quien tuvo mayor impacto en el movimiento teatral de entonces. Así, su utilización se comenzó en el año 1977, como apoyo a las consultas de Psicología, bajo la guía fundamental del actor titiritero Augusto Carrazana (Villa Clara 1948-2011), profundamente identificado con la terapia desde lo artístico, pero estrechamente vinculado a la educación y a la salud. Se trataba de juegos tradicionales para socializar, se empleaba música en vivo con el uso de guitarra, panderetas, maracas, claves y/o armónicas. Se cantaba y se animaban títeres improvisados a partir de situaciones que versaran sobre las patologías de los participantes. Paulatinamente y ya en los 80 se fueron incorporando especialistas de literatura para lograr un vínculo que diera frutos importantes. La presencia de psicólogos, escritores, actores titiriteros y directores, derivó también en la escritura de dramatizaciones.
Ms. C. Blanca Felipe Rivero. La Habana, 1963. Lic. en Teatrología -Dramaturgia (1985), Diplomada en Teatro para niños y de títeres (1999-2000), Máster en Procesos Formativos en la Enseñanza de las Artes (2018) por la Universidad de las Artes. Dramaturga, guionista, investigadora, crítica y profesora. Vicepresidenta de la UNIMA-Cuba. Asesora de los Estudios de Animación de Cubavisión y de teatro para niños del Consejo Nacional de las Artes Escénicas. Le fue entregada la Distinción por la Cultura Nacional en el 2014.
La noche tiene un tesoro
En su cajita de olores
El arcoíris, las flores,
los rayos de plata y oro
Con que se hace la alegría.
La noche es una alcancía
Donde se esconde el color
Para que todo tu amor
Descanse hasta el otro día.
La sugestión del títere y su libertad de poder expresarse en cualquier circunstancia, hace que habite en los más diversos espacios: en las iglesias, las plazas públicas, festejos particulares, escuelas, salas lujosas, juegos de niños y hasta en consultas médicas. El psicotítere es uno de esos espacios en los que su ductilidad permite mostrarse como una opción dentro del amplio campo de la psicoterapia infantil.
Apuntes de la historia.
Fue el psicoanálisis el iniciador de los títeres con intención terapéutica. Madeleine Rambert en los años 30 del siglo XX trata en Suiza cuadros de neurosis infantil siguiendo la orientación de Ana Freud sobre la utilización de títeres en el juego. Esas experiencias se publicaron en 1938. Pero no fue sino hasta los años 60 en Alemania cuando aparecen artículos publicados de manera más contínua, para extender estas prácticas en la mayoría de los países de Europa y América. En 1978 se crea en Francia la Asociación Marionnette et Thérapie, que funciona como punto de encuentro entre títeres y terapeutas, con coloquios en Charleville-Mézières, Francia, sede de la escuela de títeres de la UNIMA internacional.
El títere da acceso a dinámicas inconscientes, convirtiéndose con facilidad en auto-representaciones, tanto físicas como psíquicas, pero también como representaciones de los demás, en cuestiones no expresadas abiertamente. Por consiguiente, el títere estimula y expande la imaginación, la coordinación y el sentido del tiempo, la expresión oral espontánea, incrementa la autoconfianza y la satisfacción personal y, sobre todo, la sociabilidad, es decir, la comunicación con los otros.
Con el uso de la figura animada en este cosmos, se absorben estas posibilidades también para el títere educativo, aunque este uso venía ya manifestándose, sobre todo, desde los aconteceres de las dos guerras mundiales, y continúa aún utilizándose en la actualidad. Siempre allí, donde el hombre necesitó aliviar el dolor, el desamparo, la discapacidad e incluso la información y el conocimiento, de espacios tan disímiles como escuelas, hogares de niños huérfanos y de ancianos, prisiones, zonas rurales o desfavorecidas y hospitales.
En Cuba, una singular práctica.
La década del 80 en Cuba fue próspera en la cultura, un período de bonanza económica y donde bajo el influjo de la Europa Socialista el movimiento teatral para niños estuvo sujeto a avances técnicos artísticos fundamentales, dentro y fuera del país. Había una retroalimentación de direcciones de espectáculos, superaciones entre los creadores y rigurosas evaluaciones artísticas del movimiento profesional, que exigían una diversidad de técnicas de animación mientras se representaba, y que al igual que en otras partes el mundo, demandaba la adecuada combinación de actores y títeres y una insistencia del sentido pedagógico entre la relación teatro y niños, que ya procedía desde décadas anteriores.
Aún cuando algunos teóricos afirman que fue un período donde el títere en Cuba estaba en franca decadencia, yo prefiero hablar de un período de transición, cuando entre tantas producciones, existieron ejemplos claves de la presencia del títere con grandes luces. Uno de estos ejemplos es sin dudas el grupo Ismaelillo, dirigido por Ramón Regueiro, durante el período que mencionamos.
En la isla caribeña el psicotítere se identifica de manera particular con la década del 80 en el grupo de Teatro Ismaelillo de Boyeros, de La Habana. Aún cuando puedan encontrarse algunas otras experiencias, no existe una igual dentro del panorama teatral cubano. Nunca antes, ni en la actualidad, encontramos un grupo teatral con la persistencia, la profundización, ni la coherencia alcanzada entre psicólogos y creadores vinculados a los títeres, a las familias y a los maestros.
Estimulados por el trabajo en la comunidad, como era propio de la política cultural cubana del Ministerio de Cultura, esta agrupación asumió tres líneas de trabajo para las primeras edades que se nutrían unas a otras: 1) Teatro en miniatura (con historias clásicas de la literatura utilizando títeres pequeños, retablos y escenarios con trucajes emparentados con los teatrinos familiares. 2) Creación y fantasía (trabajo de improvisaciones con objetos y juguetes en círculos infantiles) y 3) El psicotítere como opción de terapias grupales o individuales desde la colectividad, donde estaban presentes niños, padres, educadores, titiriteros y psicólogos.
“Los sueños y las rocas son de este mundo”
Clifford Geerts
Duende Hilito del Inapetencia
Augusto Carrazana.
Se visitaban la salas de consulta de los hospitales y policlínicos, así como espacios abiertos en escuelas, zonas comunitarias y también salas teatro. Muchas veces se vinculaba a niños sanos y se trabajaba con informaciones de padres y maestros. Algunos de los temas eran: la timidez, enuresis, egoísmo, miedo a los animales y la mentira.
La asignación de una sede de trabajo para el grupo propició la creación de un taller de construcción de títeres, elaborados con diseños de Nitza Reyos -una de las diseñadoras más importantes del títere cubano-, además de los atrezzos de Mario Morales y la colaboración de los propios actores donde todos se integraban muchas veces en las construcciones y en los trucajes de títeres y elementos escenográficos. Así, cada historia tenía sus muñecos propios: guantes, varillas, peleles de mesa y de piso, marotes, esperpentos… Las estructuras escenográficas eran sencillas, en lo fundamental se empleaban telones y pequeños retablos o mesas como soportes; la animación detrás y fuera del retablo era simultánea.
Al decir de Ramón Regueiro en el folleto Teatro para las primeras edades (1985), en los psicotíteres se reunían aspectos educativos, terapéuticos y teatrales, utilizando a actores y títeres, pero con la premisa fundamental del juego. Comenta que la estructura consistía en comenzar con juegos para favorecer la confianza y dar entrada a la historia, que da a llamar” artística o teatral”; ese momento en el que el títere vestido de pionero padece las mismas angustias del niño resulta inquietante, porque es el preciso para plantear el problema a resolver o a enfrentar de manera directa, pero sin reproches, con acercamiento al mundo interior del infante para ayudarlo en el stress que vive y del que no puede salir sin compañía. Finalmente se terminaba con juegos colectivos festejando el regocijo de estar juntos en la dificultad que se presentaba.
La duración era de 15 a 20 minutos, con niños de dos grupos: de 3 a 6 años y de 7 a 9. Se estimulaba al niño como héroe, con la inclusión de animales y objetos, en un lenguaje coloquial pero también poético, insertando poemas y canciones. Los guiones eran transformables en el transcurso de la actividad terapéutica, con improvisaciones a partir de la discusión de un niño con el títere y la posibilidad de que los títeres terminaran en las manos de los niños.
Significativo resultó el hecho de que se presentaran además psicotíteres para padres, que generalmente se hacían simultáneos al de los niños, en espacios diferentes y donde los actores hacían de padres y los niños eran títeres. Los temas eran entonces la sobreprotección familiar, la agresividad y la violencia doméstica, el divorcio y el abandono infantil. Para un balance de 1984 y 1985 los mayores logros se observaron en niños con agresividad, ansiedades, timidez, inapetencia y miedos, considerados como los síntomas más comunes, y por ende, los más tratados.
Dilemas del contexto.
En 1989, se reforman las estructuras de las artes escénicas en el país y el Ismaelillo se desintegra y se convierte en disímiles pequeñas agrupaciones, que en su mayoría integraron la compañía Juglaresca Habana bajo la dirección de Bebo Ruíz, líder de formación teatral, director y dramaturgo. Esta pasión siguió acompañando a actores titiriteros y directores como Raciel Reyes, Alfredo Linares, Adalett Pérez, Pupo, Leopoldo Morales, Reina Martínez, Nora Arce, Mercedes Tabares, Tania Suquet, Teresa Magan, Luís Crespo, Ana Rojas. Pero fue Gil Augusto Carrazana, con su proyecto Juguete, identificado como el creador de mayor incidencia, quien con histrionismo titiritero y música en vivo continuó liderando una estética en la que las tres variantes escénicas del Ismaelillo se fundieron, prevaleciendo el psicotítere, a partir de su mencionado interés por la sanación y la terapia de niños con trastornos de conducta. Fue además quien, en 1988, llevaría estas propuestas fuera de Cuba hacia Nicaragua, ocupándose de los traumas de la guerra con niños y jóvenes.
Huellas.
A la pregunta ¿qué ha dejado como huella la práctica del psicotítere? A quienes pude contactar coinciden en la gratificación que sintieron al ver que los niños realmente mejoraban su estado; también recordaban con intensidad constatar el regocijo de un niño afectado dentro de la representación, como el cantar junto a todos, o igualmente la intromisión del títere con el niño inapetente, que brinda y logra tomar una pequeña porción de leche, o se come un pedacito de vegetal para que el “malvado duende Hilito no triunfe”, o finalmente el aplauso de una niña tímida con la que el psicólogo ya había agotado sus técnicas.
Solo dos textos representativos del psicotítere del Ismaelillo quedaron incluidos en una antología de 21 textos para niños de la Editorial Gente Nueva, con la selección de Esteban Llorach, titulada El clavel enamorado (2001). Ambas obras son de Chely Lima, poeta, narradora y guionista de televisión, quien fungía como asesora literaria junto a Alberto Serret; los títulos son: Inapetencia y Miedo a la oscuridad. De este último, comparto los versos de una canción que da final al escrito en la que se corrobora que, desde la oscuridad también es posible encontrar la luz: