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Hilos, guantes e ilusiones

Reseña Literaria por: Mónica Berman

Autor: Flavio Daniel Gonzalez.

Prólogo: Felipe Pigna

Ilustrador: Omar Néstor Gasparini

Editorial: Escénicas.Sociales. Buenos Aires. Argentina.

“Una serie de acontecimientos ordenados cronológicamente no constituye un relato sino una crónica, afirma Hayden White en Ficción de la narrativa, (…) Para que se transforme en un relato, la serie de acontecimientos debe organizarse de manera de inspirar cierto tipo de preguntas en el lector”.

Mónica Berman. Semióloga, Doctora en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires), Estancia posdoctoral finalizada (Facultad de Filosofía y Letras. UBA) con investigación sobre títeres y objetos, coordinadora del Área de Comunicación y Artes Escénicas (FSOC. UBA) Licenciada en Letras. Crítica e investigadora en artes escénicas con entusiasmo en títeres y objetos. Adjunta de Semiótica de las Mediatizaciones (Comunicación. FSOC. UBA). En curso: Especialización en Teatro de Objetos, Interactividad y Nuevos Medios (UNA).

     ¿Por qué iniciar la reseña de un libro sobre títeres con la cita de White, filósofo e historiador que revolucionó las lecturas sobre la historia? Porque habilita para pensar historias diferentes, de esas que no responden a los cánones tradicionales y establecidos. Ese es el caso de Hilos, Guantes e ilusiones de Flavio Daniel González editado por Escénicas.Sociales.

    El autor toma la decisión de poner el eje en el centro titiritero de Azul, una ciudad de la provincia de Buenos Aires, Argentina, lugar del que es oriundo. Pero a la vez tiene otro interés: relacionar títeres (y titiriteros) con el tango. Dos ejes, uno geográfico y el otro temático lo llevarán a expandir ovillos en dos direcciones, que a veces se cruzan, a veces se tensan, pero siempre se señalan como complejos.

   A medida que avanza la investigación, que tuvo lugar durante décadas, Flavio se va encontrando con materiales que se bifurcan y como todo investigador que se precie, lo guarda, lo acomoda y espera que llegue el momento de ubicarlo en el rompecabezas de la particular historia que estaba articulando. Las personas y sus obras conviven en el tiempo, artistas que se cruzan, que trabajan en conjunto, que dejan de producir, informantes en condiciones de revelar datos o anécdotas (ay de la historia que construye la memoria), fuentes primarias, fuentes secundarias. Ordenar, jerarquizar, descartar. Años de este ejercicio.

    Es momento de sumar el otro rasgo particular: el objeto de esta historia son los títeres (bueno, quienes los manejan) y ahí aparecen dificultades también particulares, funciones en lugares inimaginables, ausencia absoluta de registro de algunas otras, no solo de críticas que sería lo de menos, sino de todo tipo de institucionalización. Desde un rincón en una plaza de cualquier sitio, un salón de actos de una escuela o una sala gigante en donde los títeres se escapan de la vista en las últimas butacas.

    Todas las reconstrucciones son complejas pero las que tienen como objeto un lenguaje que ha sido considerado como “menor” tienen el doble de dificultades.

    En la Argentina, por otra parte, no existe un cuidado de los archivos, en general, se ha conservado aquello como considerado de “alta cultura” y se ha descartado la información más vinculada con el resto de las expresiones culturales.

     El autor, entonces, ha multiplicado los esfuerzos para armar un mapa que tiene su punto de partida en Azul y que se ha ido desplegando en espacio y en tiempo hacia atrás, hasta recalar en el Virreinato del Río de la Plata, las máquinas reales, los pupis en el barrio de La Boca (ciudad de Buenos Aires, Argentina) y mucho más.

     ¿Cómo organizar todo ese material a priori heterogéneo, diverso? Y luego ¿cómo escribir?

    Este libro es diverso como sus fuentes, las contrastables y las armadas con cierto hilo narrativo para organizar. Desde lo leído en una crónica de diario hasta la conversación, el diálogo con un artista o con algún familiar directo, espectador privilegiado de la labor titiritera.

   Hilos, guantes e ilusiones encierra más de una escritura, conviven los estilos para dar cabida a los diferentes modos de abordar los acontecimientos. Y dato importante, las comillas muchas veces no responden a reproducciones literales, sino que juegan a la reconstrucción de un diálogo que podría haber tenido lugar.

    La lectura es muy fluida, casi como si escucháramos un relato oral. Sin embargo, convive con una larguísima lista de notas al pie en la que se inscribe la rigurosidad de la búsqueda, los datos duros.

    Quisiera señalar algo más antes de concluir con esta brevísima reseña de un libro de 474 páginas: el trabajo de rescate que hace en torno a las titiriteras. Si la historia de los titiriteros no es simple de reconstruir, la de las mujeres es casi una empresa imposible y allí fue, a construir desde la imposibilidad. Por otra parte, aporta una serie de datos en relación con el origen del desarrollo titiritero en Azul vinculado a maestras (¿hablamos de márgenes en los lenguajes?) que hicieron todo lo que tenían que hacer para armar sus obras, sin olvidar la búsqueda de formación y las peripecias para lograrlo. Como si fuera poco sigue el derrotero de los títeres cuando ellas dejan de manipularlos.

    Un libro fundamental que suma otra joya: las ilustraciones de otro azuleño: Omar Néstor Gasparini, a las fotos que ilustran los capítulos se agregan sus dibujos e incluso un mapa del conocidísimo y talentoso artista plástico.

   Un libro que sorprende, que entusiasma, que provoca más preguntas sobre este arte definitivamente maravilloso.